Ver la palabra “gratis” nos hace despertar algunos sentimientos de felicidad, ya que eso comporta poder tener algunas cosas sin necesidad de dar nada a cambio. Sin embargo, no todo lo que comporta es bueno, ya que eso significa tener que renunciar a algunas otras cosas que para los consumidores puedan valorarse más que no el hecho de pagar menos.
Algunos usuarios al actualizar a Windows 10 han descubierto que para poder jugar al mítico juego de cartas “Solitario”, tenían que pagar unos 10 dólares al año para poder hacerlo sin anuncios y desbloquear algunas características premium. Esto no dice nada de la calidad presentada por Microsoft, ya que seguramente el juego es el mismo de siempre pero con este pequeño cambio.
No obstante, con el auge de Internet en nuestras casas y la facilidad para obtener todos los contenidos que queremos de una manera gratuita, pensamos que podemos obtener la misma calidad aunque no estemos pagando nada por ello. La verdad es que esto es completamente falso, ya que no podemos estar seguro de lo que nos estén presentando es realmente lo que pedimos.
La piratería
Cuando nos descargamos una película por Internet, lo que muchos queremos es encontrar archivos con una calidad altísima y sin que estar buscando nos suponga un esfuerzo demasiado grande. En caso de películas conocidas es muy sencillo encontrarlas, pero si queremos ver un estreno o alguna película de autor, lo más probable es que tengamos que estar mucho rato buscando para ello, y eso no nos va a garantizar nada.
Seguramente lo que acabemos encontrando será alguna versión grabada directamente desde el cine con un audio horroroso y en el que se oiga a gente toser, o en el mejor de los casos una versión con publicidad y con una calidad mínimamente aceptable. Habremos malgastado unas cuantas horas de nuestra vida en buscar el archivo, descargarlo y mirarlo.
Pero en muchas ocasiones, podemos encontrar películas con una calidad bastante buena. En este caso seguramente nos pondremos a descargar como locos solo por que es gratis y porque queremos tener esa película por si algún día se nos ocurre verla. Sin embargo, esa película puede que acabe abandonada en alguna carpeta perdida de nuestro ordenador hasta que unos meses después la encontremos y finalmente la borremos porque nos ocupa mucho espacio en nuestro disco duro.
Esto mismo se puede extrapolar a series, música, videojuegos y muchos ejemplos más. Tendemos a valorar más las cosas cuando pagamos por ellas que no cuando las conseguimos gratis. La facilidad para descargar contenido pirata desde Internet ha aumentado, y con ello nuestra avaricia y nuestra falsa necesidad de descargar estas cosas que no necesitamos para sentirnos realizados
¿Qué pasa cuando hay anuncios?
Vista la mentalidad de la gente para tener cosas gratis, las empresas inventaron la modalidad freemium, que consiste básicamente en que el producto es gratis, pero se tiene que pagar para obtener algunas ventajas dentro de él. El ejemplo de los videojuegos móviles es perfecto para ello, ya que si la gente lo quiere gratis tendrá que comerse anuncios dentro de él. En el caso de querer evitar los anuncios el cliente pagará la cantidad que se pida por ello.
Quizá nos sentimos más cómodos con esta modalidad, ya que al fin y al cabo obtenemos lo que queremos, pero a cambio de una publicidad que a veces puede invadirnos. Odio ver publicidad en una aplicación, y muchas veces me he visto obligada a pagar para tener una versión de ella que no la tuviera. El problema viene cuando el desarrollador solo ofrece una versión de la aplicación y es precisamente con anuncios.
Otra vez nuestra falsa necesidad de tener las cosas gratis ha provocado que algunas personas se sientan incómodas al utilizar una aplicación. Quizá es complicado ofrecer diferentes versiones del producto y dejar que el consumidor escoja lo que quiera, ya que el presupuesto de los desarrolladores es limitado, pero eso no quiere decir que no se pueda ofrecer un precio competitivo para poder utilizar la aplicación.
Existen muchas alternativas para ello, como por ejemplo ofrecer servicios adicionales de pago, o que cada consumidor pague para descargar este producto. El problema es que con nuestra mentalidad de querer todo gratis estamos renunciando a unos mínimos de calidad, e incluso de seguridad para nuestros smartphones. Hay algunas aplicaciones que utilizan anuncios aún y no encontrarse en primer plano, y esto puede hacer que a nuestro teléfono se le acabe la batería más rápidamente.
A mi, personalmente, no me importa pagar 1 o 2 euros para descargarme algo que me va a ser útil. Realmente utilizando la aplicación 1 hora ya se ha amortizado de sobras lo que se ha pagado por ella, y con esto estamos hablando de un precio similar a ir a tomar un café con nuestros amigos. Si estamos dispuestos a pagar 600 euros por un smartphone, ¿por qué no pagamos 1 euro para una aplicación que puede que usemos más?.