Llevamos muchos años escuchando y repitiendo la misma frase una y otra vez: “África es un mercado emergente y con unas tasas de crecimiento muy elevadas”. No puedo decir que sea mentira, porque en un continente que no disponen de los mismos recursos que nosotros, es muy fácil crecer e implantar nuevas maneras de trabajar y de expandirse. No obstante, creo que he escuchado la frase anterior desde que tengo uso de razón.
Si somos realistas, es verdad que el continente es muy grande, y que llegar a ciertas zonas es muy difícil, ya sea por la inaccesibilidad o por la poca disposición de los ciudadanos del continente de confiar en las prácticas que nosotros tenemos y que queremos implantar. Sin embargo, los avances que se han realizado en la zona son muy notables, y es un gran mercado en el que más gente tiene acceso a Internet que a electricidad. Es por ello que ya se están creando muchas _startups en distintas zonas.
Los teléfonos móviles tienen una importancia enorme para la comunicación entre ciudadanos africanos, mucho más que en otros lugares. Con una antena de telefonía, se puede dar cobertura a muchas personas, pero para instalar teléfonos fijos se necesita una enorme inversión en infraestructura que no se pueden permitir. En muchos poblados, viene una persona una vez a la semana para cargar los teléfonos móviles de los ciudadanos, y con eso pueden comunicarse durante una semana más. No nos damos cuenta, pero muchos emprendedores pueden aprovecharlo para crear servicios que potencien la innovación en este ámbito.
Paremos de construir edificios que no sirven para nada
No estoy en contra de ayudar al continente africano, todo lo contrario. Creo que gracias a su cultura, pueden aportar cosas muy diferentes a lo que estamos acostumbrados para poder hacer un mundo mejor. Lo que no me parece correcto son las iniciativas que hacen algunas organizaciones que tratan de ayudar a los pueblos africanos. A veces creemos que estamos ayudando mucho, pero nos falta entendimiento de lo que ellos necesitan.
En un programa de la televisión catalana TV3 del economista Xavier Sala-i-Martín, él habló sobre los proyectos inútiles que hacemos para intentar ayudar. Hubo uno que me quedó muy en mente y era sobre un programador informático de Sudáfrica que se dedicaba a crear páginas web para los negocios locales. Era autodidacta y con un poco de tiempo y paciencia había conseguido crear un mercado potencial para ello y se ganaba su sueldo para pasar el mes gracias a la programación.
Una ONG alemana vio que los ciudadanos de ese pueblo estaban empezando a utilizar Internet para mirar información sobre negocios, por lo que decidió enviar a un equipo de programadores bien formados como voluntarios para que crearan de manera totalmente gratuita las páginas web de esos negocios. Cuando los ciudadanos vieron eso, decidieron prescindir de los servicios de pago de su conciudadano para aprovecharse de las páginas web gratis y bien diseñadas de los programadores alemanes. Evidentemente, el programador local tuvo que abandonar su negocio y dedicarse a otra cosa con menos futuro.
Debemos saber las necesidades del continente antes de actuar
Con el ejemplo anterior, no quiero decir que tenemos que parar de dar ayudas a África. Si en vez de enviar a programadores informáticos para diseñar las páginas web de los negocios hubiéramos creado una escuela para enseñarles a programar, las cosas hubieran ido de otra manera y ahora tendríamos un equipo de programación local que entendería mejor las necesidades que tienen los negocios de su pueblo. Con este tipo de ayudas, más que ayudar estamos enseñando a esos ciudadanos a tomarse la vida de una manera muy fácil porque siempre llegará alguien para sacarles las castañas del fuego.
Este no es el único caso que se ha dado en el continente africano de malentendido, ya que ejemplos como este hay muchos. Como por ejemplo construir escuelas y que los ciudadanos no las utilicen para enseñar, sino para guardar el trigo para que no se moje con la lluvia, y la lista sigue. Ante esto, debemos preguntarnos si el dinero es la solución, pero yo creo que la respuesta es que no. Los gobiernos de los distintos países africanos son muy corruptos, y una gran parte del dinero enviado se lo quedan los altos líderes para sus asuntos personales.
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Quizá la solución sea entender las necesidades que tienen los pueblos y los ciudadanos. Solo si les preguntamos a ellos lo que necesitan y además les damos la educación y formación necesaria para que empiecen a despegar con sus propios negocios vamos a ver un paso adelante. Está claro que el mundo está globalizado, pero si diluimos sus conocimientos con los nuestros, está claro que ellos van a salir perdiendo, ya que lo único que necesitan son las herramientas necesarias para ser exitosos en el lugar donde viven. La internacionalización del continente vendrá después, cuando ellos se vean preparados para dar el paso.