Todos sabemos, algunos desde que salió el Apple Watch y otros desde un poco antes, que los smartwatches son una realidad. Son esos artilugios que se echa uno a la muñeca con forma de reloj pero que hacen algo más que lo típico de dar la hora. Bajo esta perspectiva cualquiera podría pensar que es el sustituto del reloj convencional, ya que, bueno, tiene la misma forma y da más que un reloj convencional, ¿no? Pues parece que de momento no está tan claro.
Ya te hemos hablado más de una vez de sus bondades, de lo que son capaces de hacer a día de hoy y de lo que no. Y es que aún están un poco verdes para lo que se supone que deberían poder hacer, como por ejemplo que su batería dure más de un día, así como muchas funciones que están por llegar y aún no lo hacen.
Los relojes convencionales, por su parte, todos sabemos que son lo que son. Algunos los ven como algo práctico donde simplemente consultar la hora, y otros como verdaderas joyas en las que invertir buena parte de su dinero. En cualquier caso, tienen una función claramente definida y que, aunque en ocasiones se ha intentado ampliar, son las que menos, quedándose en lo que es un reloj.
El smartwatch no termina de despegar
Ha de admitirse que el smartwatch se ha vendido desde que salieron los primeros modelos al mercado, y más concretamente desde que Apple lanzó su apuesta para este mercado. Es lógico, puesto que es un producto que tiene su tirón, su nicho en el mercado bien definido, y su inversión en publicidad como cualquier otro, pero no termina de ser la revolución que esperábamos.
La referencia que acabo de hacer a que tienen su nicho de mercado bien definido no es banal, y es que creo que es importante, puesto que no se puede considerar que los relojes convencionales y los relojes inteligentes sean competencia directa entre sí, al menos no del todo, ya que ocupan finalidades distintas y, en esencia, son productos distintos.
En cuanto a los relojes convencionales, por su parte, siguen comprándose. Desde piezas de lujo de miles de euros, hasta las de pocos cientos, proyectando así un gran abanico de potenciales clientes en lo que al apartado económico se refiere. Hay tiendas online que disponen de un amplio catálogo de relojes mecánicos, una buena propuesta para un regalo de cumpleaños, o el clásico –aunque cada vez menos frecuente– regalo de jubilación en la empresa. Además, no dejan de ser ese complemento estiloso con una pincelada de utilidad que, según el tipo de reloj, añade un toque elegante cuando tiene que darlo.
No es la primera vez que se trata el asunto de la competencia entre reloj convencional y smartwatch, y si hay algo que es seguro es que los relojes inteligentes aún están esperando a expensas de que se decida que va a pasar con ellos, y eso lo hacen los usuarios, que no parecen mostrar una multitudinaria aceptación por el momento.
También hay muchas opciones para hacerse con relojes inteligentes, aunque es obvio que van dirigidos a un público básicamente distinto al de los relojes convencionales y que la horquilla de precios quizás no sea tan amplia. Podemos elegir adónde acudimos para hacernos con el nuestro, desde la página oficial del fabricante, hasta tiendas físicas, pasando por la compra online del mismo. Cualquiera es buena si queremos agregar las funciones que nos proporcionan a nuestra muñeca.
Opinión personal
Sinceramente, creo desde mi punto de vista que los smartwatch están un poco verdes aún, y les falta por mejorar. Sin dejar de ser una gran idea y por la que me muestro entusiasmadamente interesado, creo que como producto aún tiene que madurar, y esperaré para gastar mi dinero. Entre las quejas de los usuarios están la corta duración de la batería y la escasa implementación de utilidades de la que sufren, dejándolos como poco más que un notificador visual y un cuenta pasos, cosas ambas que puede hacer igualmente una pulsera inteligente de las que ya hay grandes exponentes en el mercado.
En definitiva, creo que el reloj convencional es como ese “maestro de karate, viejo y con bigote” que ve como el alumno intenta acertarle un golpe enrabietado mientras él los esquiva todos cómodamente casi sin moverse. Hasta que el alumno no se calme y aprenda a dar los golpes, no creo que llegue a ser un competidor real para el maestro –en lo que a cuota de mercado se refiere, por supuesto–.