El futuro del ordenador convencional en la era post PC

En la presentación del iPad 2 Steve Jobs se refirió a la época tecnológica en la que vivimos como la “era post PC”. La expresiones del presidente de Apple deben tomarse con cautela, ya que es muy dado a la hipérbole. Pero creo que en esta ocasión el concepto es interesante: el iPad es la culminación de una revolución en la informática personal que han iniciado hace años los smartphones. Si los ordenadores convencionales no empiezan a adoptar los avances que nos han traído estos nuevos aparatos, van a ir perdiendo cada vez más popularidad en el ámbito doméstico.

El primer aspecto en el que deben ponerse al nivel de tablets y teléfonos inteligentes es la sencillez de uso. No cabe duda de que un ordenador ofrece muchísimas más posibilidades que un Samsung Galaxy Tab 10.1v o un Sony Ericsson Xperia Play, y por eso es normal que sea más complejo. Pero la inmensa mayoría de las personas no necesitan esas capacidades extra, y sí que apreciarían que fueran más fáciles de utilizar.

Otro tema clave es el hardware. Los nuevos dispositivos móviles están aún en su infancia, así que es comprensible que su evolución sea rápida. Lo que no es aceptable es que estos progresos no se vean trasladados a otros productos. Por ejemplo, los procesadores ARM están avanzando mucho más deprisa que sus homólogos de Intel y AMD, si bien parece que pronto los usuarios de Windows podrán elegir entre los dos, para disgusto de la compañía de Santa Clara. Además, los smartphones han mejorado sus pantallas, que alcanzan una elevada densidad de píxeles pulgada, y las tabletas en breve seguirán sus pasos. Sin embargo, ni los PC ni los Mac se han beneficiado de estas características.

El software de los ordenadores también se está quedando atrás. Y es que tanto Windows como OS X son demasiado grandes y complicados para ofrecer actualizaciones frecuentes al estilo de las de Android o iOS. Ya hablamos de que Microsoft debe abrir su propia tienda de aplicaciones, pero no es lo único que necesita atención. En general tienen que pulir la usabilidad tomando como referente los sistemas operativos móviles. Hay muchas cosas que imitar: el partido que sacan a cada milímetro de sus pequeñas pantallas, una multitarea que pasa desapercibida pero que está allí, las notificaciones no intrusivas… Lo que no se puede hacer es quedarse con la idea de que lo táctil está de moda, y aplicarlo donde no procede. Los sobremesa todo-en-uno son una muestra de ese error: sin ratón ni teclado son incómodos de manejar y no aportan una mejor experiencia. En los portátiles quizá tenga más sentido esta tendencia, pero ya se ha comprobado que las versiones actuales de Windows no son adecuadas para controlarse con los dedos, y si en el futuro quieren optar por lo táctil han de incluir software específico.

En definitiva, creo que el mercado de los ordenadores no debe quedarse rezagado frente a los nuevos dispositivos. Aunque netbooks y ultraligeros pueden sustituirse en muchos casos por tablets, a veces un teclado es fundamental. Y los sobremesa, cada vez menos relevantes, resultan imprescindibles para trabajar largas horas de forma confortable. Por lo tanto, los fabricantes han de seguir esforzándose en estos formatos y aplicar en ellos lo que aprenden en otros campos. Sin ir más lejos, Google ha presentado recientemente un soplo de aire fresco en el mundo de los portátiles. Esperemos que esas ansias de innovación no se pierdan, y que el ordenador convencional siga durante mucho tiempo en la cresta de la ola.

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