Estos días estamos recibiendo muchas noticias respecto a la actualización de Windows 8 que se espera para después de verano, todo en base a una serie de filtraciones de una imagen del sistema. Windows Blue promete más capacidades de personalización, una multitarea muy mejorarada y detalles para compartir vídeos y capturas de pantalla. Posteriormente se han ido descubriendo un posible administrador de archivos con el nuevo estilo visual, unos ajustes más completos y actualizaciones automáticas de las aplicaciones. Además se incluirá el nuevo Internet Explorer 11, un sistema para silenciar las notificaciones y un modo de ahorro de batería para los nuevos procesadores Haswell de Intel.
El resultado, a primera vista, y a falta de conocer la versión final de este software, es que Windows 8 mejora su experiencia general, se hace más maduro y completo. Eso sí, se tratan de pequeños retoques, aportaciones valiosas que revalorizarán su experiencia diaria, pero no revolucionarán el modelo hasta ahora establecido. Y, sobre todo, se intentan mejorar las aplicaciones de nuevo estilo, el Modern UI, mientras que el escritorio tradicional queda más o menos como estaba, ya que es una parte secundaria de la experiencia y que no necesita con tanta urgencia ser pulida como las últimas novedades incorporadas.
Y aquí llega el problema que representa Windows Blue: muchos esperaban que Microsoft reconociese el fracaso de el nuevo estilo visual y crease otra versión clásica. Una esperanza que aún muchos albergan, pero que yo veo vana. En plena era post-PC Modern UI se ha vuelto imprescindible para la supervivencia de la multinacional. Tal vez con el tiempo se prepare una versión vitaminada de Windows 7 para empresas, pero el gran público acabará por entender que la actual versión es ideal para tablets y ordenadores de pequeño tamaño, y poco a poco la inferioridad en la que se encuentra respecto a Android e iOS se irá quedando atrás.
Entonces, ¿podemos esperar que esta actualización se gane al gran público? Realmente, la gente aún tiene que asimilar las importantes modificaciones que ha supuesto el cambio de paradigma, y el hardware aún no está a la altura, ni siquiera la tan esperada Microsoft Surface. Tendrán que bajar los precios de los dispositivos y dejar que el mercado se acostumbre a la nueva interfaz para conseguir que Windows 8 alcance el éxito. Es posible que, mientras, las finanzas de la compañía de Steve Ballmer se resientan, pero me temo que en esta ocasión no hay un plan B al que puedan recurrir.
¿Qué opinas del tema? ¿Crees que las mejoras de Windows Blue harán que las ventas crezcan, o consideras que poco pueden hacer para revertir esta mala tendencia?