No cabe duda de que acceder a Internet representa una necesidad a día de hoy para muchas personas, ya sea para leer un correo electrónico urgente, trabajar en la nube o sencillamente por temas personales, para compartir sus últimas fotos por Facebook o hacer un comentario mordaz en Twitter. Y está claro que cuando en la sociedad hay una demanda, se trata de una obligación del mercado satisfacerla, o al menos eso enseñan los libros de economía. El caso es que en el sector de la hostelería ofrecer una conexión Wi-Fi debería resultar absolutamente básico, y por desgracia a veces es menos frecuente de lo deseado.
En el caso de los bares, entiendo las reticencias iniciales, ya que al principio no era raro ver acudir a personas con su ordenador que pasaban mucho tiempo en la mesa y consumían muy poco. A día de hoy, Internet en los hogares está fuertemente implantado, y quien pide una clave para la red inalámbrica suele tratarse de un usuario de smartphone que quiere ver un vídeo pesado o descargar un archivo de cierto tamaño para mostrárselo a sus amigos, pero no desea gastar toda su tarifa de datos. Básicamente, no hay demasiado peligro de que el negocio se transforme en una especie de ciber café lleno de gorrones.
En el caso de los hoteles, obviamente el consumo de Internet va a resultar mucho más elevado, pero representa una facilidad imprescindible. ¿Acaso pretenden que un hombre de negocios se aloje allí y no pueda trabajar en su habitación? ¿O que pasemos todas las vacaciones sin interactuar con nuestros amigos que se han quedado en casa? Ofrecerlo como una opción con un coste adicional me parece una mala idea, suficiente para descartar un establecimiento concreto, pero lo peor lo encuentro en que los precios que se suelen manejar llegan a volverse tan absurdos que no es que el acceso a la red resulte una prestación adicional, sino que nadie en su sano juicio lo usaría.
En definitiva, a día de hoy el Wi-Fi representa un servicio imprescindible, lo mismo que una cafetería tenga baño o un hotel aire acondicionado. Francamente, al precio al que están las conexiones a Internet y considerando lo necesarias que resultan para el propio negocio, creo que ofrecer una conectividad mínima se perfila imprescindible, y debe ir mejorando según suba el caché del local. Yo, desde luego, no me alojaría en un hospedaje sin red inalámbrica gratuita, y no me haría cliente habitual de un bar que tampoco la ofreciera.
¿Qué opinas del tema? ¿Para ti el Wi-Fi en un establecimiento hostelero resulta básico, o no crees que represente un aspecto clave?
Imagen | Terry Johnston