Cuando explicamos por qué la comida podrida sabe tan mal ya cometamos que existen microorganismos que se alimentan de ella, y que se esfuerzan por hacerla poco apetitosa. En el caso de un accidente nuclear, la contaminación mata a plantas y animales, pero puede llegar a ser tan fuerte que también los seres microscópicos se vean afectados. Estas pequeñas criaturas forman parte clave de cualquier ecosistema y, aunque no las veamos, eso no quiere decir que no resulten absolutamente imprescindibles. Y parece que el caso de Chernobyl lo ejemplifica a la perfección.
La central nuclear sufrió un accidente muy grave en 1986, y la zona más contaminada está llena todavía de árboles y plantas en un estado cercano a la petrificación. Los microbios, hongos e insectos encargados de la descomposición se han visto afectados por la radiación, así que no pueden hacer su trabajo. El ritmo al que se pudren las plantas es, al menos, el doble de lento de lo normal. Por lo tanto, el proceso puede alargarse aún bastante tiempo. Y ahora mismo hay muchos restos en la zona, secos tras casi 28 años desde el fatídico incidente, y pueden representar un serio peligro.
Y es que si se declarase un incendio, el humo llevaría partículas potencialmente peligrosas, que podrían escapar de la zona delimitada alrededor de la central. Parece complicado recoger estos desechos en un área tan peligrosa, pero tampoco considero probable que alguien se atreva a adentrarse para provocar un fuego. Sin duda, otra prueba de lo arriesgada que resulta la energía nuclear, y lo importante que resulta invertir en nuevas tecnologías alternativas… y, mientras no llegan, apoyar las energías renovables, por mucho que no resulten económicamente tan ventajosas como las tradicionales.
¿Qué te parece este tema? ¿Crees que se trata de un ejemplo de la manera en la que el ser humano destruye el medio ambiente, o consideras que la energía del átomo es tan preciosa que vale la pena correr el riesgo?
Imagen | Timm Suess