Normalmente, aceptamos que pensamos lo que queremos decir, y luego lo hacemos. No es la primera noticia sorprendente que nos llega respecto al lenguaje, pero las ideas de Andreas Lind, de la Universidad Lund en Suecia, resultan sorprendentes. Según ella, nuestras propias palabras influyen en el discurso. Su teoría es que oírnos no sirve para corregir posibles errores, sino que tiene influencia en lo que vamos a decir. Para comprobar algo tan complicado diseñó un experimento en el que una serie de personas decían una palabra, pero se oían a ellas mismas pronunciando otra distinta.
Para eso se usó el test de Stroop, en el que se escribe una palabra (por ejemplo, rojo) en una tipografía en otro color, y hay que indicar este último. Se usaron las palabras suecas “grå” y “grön”, que suenan parecido pero quieren decir, respectivamente, “gris” y “verde”. Se le pedía al sujeto indicar la respuesta correcta, y a continuación se reproducía en unos cascos. A veces se ponía el término erróneo (grabado de su propia voz) y, si se hacía entre 5 y 20 milisegundos después del original, el resultado era sorprendente: en dos tercios de las ocasiones no se detectó el cambio. De estas, en el 85% de los casos los participantes aceptaron que habían dicho la palabra mal.
De todas formas, otros expertos opinan que lo que oímos no tiene una influencia tan grande en lo que decimos, y que el experimento, aunque interesante, no se puede trasladar a la realidad. Por ejemplo, cuando alguien se queda sordo sigue hablando correctamente durante bastante tiempo. Lind reconoce que el discurso tiene una parte de planificación previa, pero también un componente de reacción auditiva, sobre el que resultaría interesante investigar más. Sin duda, un campo muy curioso, y de lo más complejo.
¿Qué opinas de este tema? ¿Te parece que vale la pena seguir estudiándolo, o no le ves utilidad inmediata?
Imagen Daniela Vladimirova