No se trata de ningún secreto que las empresas intentan contratar a la menor cantidad posible de personal: sólo hay que ver esas cafeterías que nos cobran 2,5 euros por un cortado y no tienen ni camareros, o el éxito de los lavados de coches automáticos. La situación del empleo en España se ha vuelto trágica, pero lo cierto es que el problema podría extenderse al resto del mundo en las próximas décadas, hasta el punto de que empezaríamos a hablar de tasas de paro estructurales enormes.
Siempre hemos tenido miedo de que las máquinas nos quitaran el empleo, pero ahora mismo resulta de lo más razonable pensar nos estamos acercando a una situación límite. Son muchos los sectores que se encuentran a las puertas de una revolución gracias a la tecnología, así que se empieza a generar incertidumbre respecto al mundo laboral del mañana. Por lo tanto, vamos analizar las amenazas a las que se enfrentan los trabajadores, lo que dice la economía al respecto y una posible solución a este reto. Comienza nuestro recorrido:
La amenaza de la tecnología para el empleo
Lo cierto es que, desde la época de la Revolución Industrial, las máquinas han empezado a quitarle el trabajo a los seres humanos. El ludismo se trata de una corriente de pensamiento que se opone al avance de la tecnología, pero lo cierto es que hasta el momento no tenía mucho sentido: los puestos destruidos en un sector se iban creando en otros gracias al crecimiento económico, y el aumento de la producción permitía mejorar el nivel de vida general a pasos agigantados. Pero ahora mismo la situación parece diferente.
A día de hoy las tasas de paro suben, y la tecnología hace peligrar millones de puestos de trabajo en todos los sectores: el coche autónomo amenaza con acabar con taxistas y transportistas, los supermercados ofrecen cajas automáticas que no tardaran en convertirse en obligatorias, los robots hacen de vigilantes y de limpiadores…
Son muchos los sectores amenazados, y eso sin tener en cuenta que Internet no hace más que eliminar personas detrás de un mostrador gracias a los trámites electrónicos. En las fábricas la robotización va camino de volverse total y en Japón se llevan a cabo experimentos con máquinas que sustituyen a los recepcionistas de hotel, a los camareros… ¡y hasta a los peluqueros!.
¿Qué dice la economía?
La idea de que las máquinas nos van a quitar el trabajo se califica en economía como “falacia ludita”. Según ella, la tecnología no genera paro estructural, ni siquiera desvía la fuerza de trabajo a otros campos. De acuerdo a la teoría macroeconómica, al bajar la necesidad de mano de obra en un sector sube la productividad y se reducen los precios. Eso hace hace crecer la demanda, lo que supone un aumento de la producción, que genera una mayor necesidad de trabajo. De esta forma, se compensaría la pérdida de empleo.
No soy economista y no me gusta criticar de forma gratuita, pero no resulta atrevido afirmar que la economía se trata de una ciencia inexacta que nos ha fallado muchas veces, y demasiado influenciada por las ideologías. Si a eso le sumamos que nos vamos a encontrar en una situación novedosa, tal vez los modelos actuales no sean válidos, y haya que ir desarrollando otros nuevos.
También podríamos ver este problema desde una óptica más clásica: las máquinas ya no son el medio de producción que Marx quería arrebatar a la burguesía para el proletariado, ahora se han convertido en el medio de producción y el trabajador al mismo tiempo.
Y es que hablamos de que montones y montones de sectores van a ir reduciendo al mismo tiempo su necesidad de mano de obra. El escenario ideal sería que todos acabáramos con trabajos que generan mucho valor añadido: abogados, diseñadores, médicos, programadores, artistas, arquitectos… Las máquinas se encargarían de las tareas manuales y los seres humanos de las intelectuales. Sin embargo, no está nada claro que esos sectores puedan absorber cientos de millones de trabajadores.
Soluciones al problema
Parece evidente que si el paro estructural crece de forma importante, amplios sectores de la población caerían en la pobreza y la marginalidad. A pesar de todo, la capacidad productiva resultaría mayor que nunca gracias a las máquinas, por lo que nuestras sociedades serían, paradójicamente, más ricas. Visto desde esta forma, sólo podríamos concluir que no hay trabajo para todos, y que la riqueza de un país debería distribuirse entre sus habitantes mediante algún mecanismo.
Podemos llamarlo “ayudas sociales” o “renta básica” según nuestra forma de pensar, pero la idea es que sólo una élite podría acceder a un puesto de trabajo. Y considero probable que, con una población dependiendo en gran medida de este tipo de ingresos públicos, las desigualdades sociales se dispararían. Las grandes empresas se volverían aun más poderosas, y los trabajadores perderían una herramienta de negociación tan importante como la huelga.
La tecnología nos va a cambiar la vida durante las próximas décadas, gracias a avances como los coches autónomos, los robots que se encargan de trabajos pesados o el uso de Internet en cualquier trámite administrativo o compra de bienes y servicios. Avances con partes positivas y negativas, claro.
Desde luego, esto va a afectar al mundo laboral, y muchos puestos de trabajo desparecerán. Respecto a si luego se crearán en otros sectores, resulta un tema complicado, pero debemos tener muy claro que se acercan tiempos complicados, y que es necesario mantenerse alerta para realizar profundos cambios económicos y legislativos que eviten que lo que debería ser un sueño hecho realidad se transforme en una pesadilla social.
¿Qué opinas de este tema? ¿Crees que millones de trabajadores se irán al paro debido a la tecnología, o piensas que nos encontramos ante el mismo temor infundado que desde la Revolución Industrial nunca se ha convertido en realidad?