Cuando un libro es adaptado a la gran pantalla, ya sea famoso o no, ya estén los miembros implicados asentados en el mundillo y lo hagan por amor al material original o se haga para reventar la taquilla sin importar el resultado, en la mayoría de las ocasiones es normal escuchar “pues el libro estaba mejor”. Por ello, y para romper una lanza a favor de las adaptaciones bien hechas o con personalidad propia, aquí va mi lista (María hizo la suya este mismo año) de películas que, por una razón u otra, han quedado por encima de su original literario:
Jurassic Park
La novela de Michael Crichton fue el best-seller de la Navidad de 1990, y prácticamente de todo 1991. Fue tal el pelotazo, que ya había merchandising del libro cuando la película de Steven Spielberg llegó a los cines, y Crichton tuvo libertad de vender los derechos de la adaptación a la productora que quisiera, pues había incluido esta cláusula en su contrato mucho antes de escribir siquiera el libro. Jurassic Park fue el acontecimiento de la generación de los 90, como lo fue Star Wars en la década anterior; de pronto, todos los niños querían ser paleontólogos y ver a estas fascinantes bestias que hace mucho que nos dejaron.
El propio Crichton y David Koepp, un habitual de Spielberg, firmaron el guión de la adaptación, que se estrenó en 1993 reventando las taquillas de todo el mundo, siendo la película más taquillera de la historia hasta la llegada de cierto malogrado transatlántico. Fascinó y aterrorizó por igual a niños y padres, comenzó la moda conocida como “dinomanía” y consolidó los avances en CGI que Terminator 2: el juicio final (James Cameron, 1991) había hecho dos años antes.
Pero más allá de eso, Jurassic Park es una cinta de aventuras como no se recordaba, un verdadero viaje a lo desconocido, lleno de intriga y terror, pero también con el mayor sense of wonder que servidor haya visto en pantalla. Crichton y Koepp cambiaron situaciones (la cascada, la pajarera prehistórica, el clímax en el laboratorio, etc.), salvaron personajes y mataron otros (clever girl), alteraron las personalidades y simplificaron la verborrea científica del original literario, y dieron al mundo un auténtico espectáculo, que en el libro se deja ver a ratos, pues, como ya digo, es una combinación de ciencia y ficción mucho más sensata.
El mundo perdido
Y seguimos en la saga jurásica, porque después del éxito que fue Jurassic Park, tanto los fans como el propio Spielberg le pidieron a Crichton una segunda parte, siendo que al final el primero cedió (no tenía intención de continuar la historia, y, ciertamente, no lo hizo) y en el verano de 1995, se puso a la venta esta segunda parte, ambientada en la Zona B o Isla Sorna, siendo Ian Malcolm el único personaje de la primera novela repitiendo aquí, si obviamos a Lewis Dodgson. Crichton enfocó la novela de una manera naturalista en extremo, pero sin dar respuesta a los interrogantes que planteaba (la enfermedad de los raptores) o darle un sentido a la secuela.
Aunque entretenida y con escenas de acción adrenalíticas, esta secuela no fue lo que los fans esperaban, y, sin embargo, dos años después, en 1997, Spielberg volvía a ponerse en la silla de director y David Koepp en la de guionista, dándonos una cinta de aventuras que volvía a traer a los dinosaurios a la vida, pero, que a semejanza de la novela a pesar de los cuantiosos cambios introducidos, no tiene sensación de existir más allá de exprimir la gallina de los huevos de oro. Nos entregó, eso si, uno de los personajes más bad ass del cine de los 90: Roland Tembo.
Harry Potter y el prisionero de Azkaban
El tercer libro del niño mago más famoso de la historia es también la que supuso un paso adelante en la saga y en el estilo de Rowling, que siguió de manera lógica el crecimiento de los personajes con situaciones más tenebrosas y adultas. El libro es una gozada, si, pero la adaptación de Steve Kloves con Alfonso Cuarón a los mandos es sencillamente espectacular.
No ya por el salto en madurez que vemos en pantalla, sino por el espíritu que Cuarón y Lubezki en la fotografía, imprimen en la cinta, resultando en una película aterradora pero bella, llena de sorpresas y escenarios con vida propia, situaciones épicas y planos secuencia made in Cuarón que elevan a esta tercera aventura como la mejor de la saga.
Guerra Mundial Z
La novela de entrevistas ficticias de Max Brooks se publicó en 2006, ganando popularidad con el tiempo, pues su llegada al mundo se produjo antes de la “fiebre zombi” que parece infectarlo todo éstos últimos tiempos. El libro, que en forma de entrevistas a varios personajes famosos ficticios rememora la epidemia zombi que se convirtió en guerra, por sobrevivir y no extinguirnos, es una gozada en todos los sentidos, con pasajes terroríficos y poderosos, tuvo su adaptación en 2013 de la mano de Brad Pitt como productor y protagonista, con un guión a cuatro manos con nombres tan interesantes como J. Michael Straczynski o Drew Goddard, y alterando completamente la razón de ser de la novela: las entrevistas y los “zombis-Fraga”.
En la cinta de 2013, no hay entrevistas, que son suprimidas por un viaje a través del globo y conversaciones tan reveladoras como breves, y los zombis ya no son zombis, son “infectados” (y además castellers) que cazarían a Usain Bolt en cuestión de segundos. La producción fue un caos, con peleas entre el director y Pitt y un guión que iba cambiando cada semana, y no cambios insustanciales: se llegó a rodar un clímax en Moscú violento, sangriento y brutal que nunca llegó al montaje final. No obstante, la cinta es una montaña rusa de emociones desde el minuto uno, merced a unos títulos de crédito brutales potenciados por The 2nd Law: Isolated System de Muse, a secuencias tan espectaculares (la Caída de Jerusalén) y a momentos tan agobiantes (la secuencia del avión).
El niño con el pijama de rayas
Este superventas de los años 2006 y 2007 cautivó a lectores de todas las edades y hasta llegó a estar recomendado en colegios e institutos, cosa que me sorprende e indigna a partes iguales. Servidor lo devoró con dificultad, si bien la historia es interesante, no conseguí conectar con el trasfondo emocional del joven niño alemán y su amigo judío. La película de Mark Herman, aunque genérica, si logra transmitir ese sentimiento, bien en la brutalidad de sus imágenes o en la sensación de aventura cuando nos pone en la piel de Bruno.