La calidad y resistencia del hardware de Xbox One, reto clave para Microsoft

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Durante los inicios de la actual generación, la multinacional de Redmond se vio envuelta en un grave (y económicamente gravoso) escándalo por un error en el diseño de la Xbox 360, que se saldó en millones de usuarios descontentos y mucho dinero extra gastado en reparaciones. Microsoft tuvo suerte de que este problema, que posteriormente solucionó, no se llevará por delante su reputación en el mundillo. Con la llegada de la nueva generación, el reto se repite, pero se vuelve aún más complicado.

La videoconsola Xbox One

Podríamos decir que la Xbox 360 tiene casi ocho años, pero lo tendríamos que hacer figuradamente, refiriéndonos a la plataforma. Ya que no creo que ninguna consola de las primeras hornadas aún siga en activo, dado que Microsoft cometió un gravísimo error en el diseño que provocaba que esas unidades dejasen de funcionar de forma inevitable. Muchos fueron los usuarios descontentos porque sus máquinas se estropeasen una y otra vez, y la compañía de Steve Ballmer gastó una enorme cifra tanto en las reparaciones en garantía como en las que ofreció de forma gratuita para paliar el escándalo. El fallo en el diseño finalmente se solucionó, pero hizo daño a la reputación de la empresa, y han tenido mucha suerte de que las consecuencias no fueran peores.

Ahora que se acerca la nueva generación, más vale que un incidente de este tipo no se repita. Los usuarios tienen memoria, si la Xbox One sufre fallos de calidad, va a resultar un problema aún mayor. Sobre todo porque Xbox 360 era más barata que PlayStation 3 en el momento de su “epidemia de luces rojas”, pero en este caso el sistema de Microsoft resulta 100 euros más caro. Y además, parece que la máquina va a tener un funcionamiento que puede propiciar fallos técnicos.

Según sus creadores, esta consola ha sido diseñada para estar durante diez años encendida, ya sea jugando, utilizando sus funciones de entretenimiento o a la espera de que le pidamos que se active, descargando en segundo plano información. No cabe duda de que hacer que el apagado no se trate de una opción normal resulta arriesgado. Pero, además, recientemente, supimos que el sistema gráfico iría a mayor velocidad, es decir, que se está apurando al máximo sus capacidades. ¿Realmente podemos esperar diez años de vida para Xbox One, o Microsoft tiene previsto que se estropee tarde o temprano, a modo de obsolescencia programada, y tengamos que adquirir otra?

La firma de Redmond ha asegurado que el considerable tamaño de su creación se debe precisamente a intentar evitar problemas relacionados con el sobrecalentamiento. Como el efecto paso del tiempo resulta complicado de simular, han optado por lo seguro: una máquina grande, por la que pueda fluir el aire fácilmente mediante generosos ventiladores. Además, gracias a esto se asegura que cuando no estemos jugando el aparato se mantenga silencioso, y si utilizamos un título intensivo tampoco se genere mucho ruido. Ahora, no nos queda más que esperar a ver si la resistencia de Xbox One está a la altura, y no vuelve a ocurrir un problema de las dimensiones del que sufrió su antecesora.

¿Qué opinas tú? ¿Crees que Microsoft se habrá esforzado por evitar repetir el pasado, o consideras que parece tener ganas de volver a vivirlo con su idea de no apagar nunca la consola?

Archivado en Microsoft, Videojuegos, Xbox One
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