El verdadero reto de Google Glass: lograr integrarse en unas gafas convencionales

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No cabe duda de que el nuevo gadget de la marca del buscador puede resultar tremendamente práctico en determinadas circunstancias, y hacer que la realidad aumentada despegue de forma definitiva. Pero, para el consumidor general en su día a día, aparte de preverse una utilidad limitada, surgen preocupaciones estéticas. El dispositivo no es ni especialmente bonito ni nada discreto, por lo que muchas personas rechazarán de pleno llevar un aparato electrónico en la cara, algo que se debe solucionar a medio plazo.

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Ya hemos hablado que de uno de los retos más grandes a los que se enfrenta Google Glass se trata de la aceptación social. Puesto que los problemas técnicos se irán superando con nuevas versiones de hardware, pero seguirá existiendo rechazo al aspecto del gadget. Primero, porque no resulta especialmente agradable a la vista, es bastante aparatoso y, a muchas personas, llevar un dispositivo electrónico en la cara puede parecerles demasiado geek. Por otro lado, habrá quien encontrará un atentado a nuestra escasa privacidad actual que se puedan sacar fotografías o incluso grabar vídeos de manera inadvertida.

Por ello, creo que el objetivo a medio plazo de la marca del buscador debe ser normalizar el aspecto exterior de su creación, al estilo de las ION Glasses que unos emprendedores españoles diseñaron. Básicamente, pienso que Google Glass tiene que dejar de venir en un aparato independiente, y poder integrarse en el cuerpo de unas gafas tradicionales. Claro que necesitaríamos que la montura tuviera un volumen notable para albergar la electrónica, pero estaríamos ante un primer paso mientras no se miniaturizasen más los componentes. Por supuesto, ofrecer distintos modelos según las modas del momento y los gustos del consumidor se volvería del todo imprescindible.

Si logran que Google Glass pase inadvertido (aunque sólo sea a primera vista) y se confunda con unas gafas normales, se habrán solucionado los más graves problemas del concepto. Aparte de su precio de 1.500 dólares, claro está. Aunque entonces surgirían mayores temores respecto a la privacidad, porque se podrían tomar imágenes con gran facilidad. No resultaría de extrañar que, de conseguirse este objetivo, seguramente la presión popular o incluso ciertas legislaciones obliguen a que, mientras se graba vídeo o hacen fotos, algún tipo de indicador luminoso informe de ello. Y, por supuesto, en contextos como exámenes, esta discreción obligaría a tomar precauciones excepcionales.

Sin duda, el objetivo que planteo resulta ambicioso, y no se podrá lograr en los próximos años. Pero está claro que, si la propuesta de los chicos de Mountain View se integra en nuestras vidas, será mediante un diseño más tradicional. De los contrario, sólo podrá aspirar a conquistar a los más entusiastas de la tecnología y a los que utilicen el aparato con fines profesionales, campo en el que puede resultar muy útil. Tal vez, durante la próxima década, en la óptica lo primero que nos pregunten sea si queremos nuestras nueva montura con o sin Google Glass.

¿Qué opinas del tema? ¿Te gustaría que el gadget de Google se volviera más discreto, o no te daría ningún reparo usarlo tal como es en la vida diaria?

Archivado en Gafas, Gafas inteligentes, Google, Google Glass
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