Hace tiempo hablamos de que ya había llegado el momento de que el cine se volviera asequible como lo es actualmente la música. La piratería rompió el pacto de precios de la industria discográfica, y ahora disfrutamos de propuestas tan atractivas como Spotify. Sin embargo, en las salas de cine se seguía pagando hasta hace poco una cifra verdaderamente escandalosa por una entrada, sin importar el presupuesto de la película o el día que la fuéramos a ver. El séptimo arte se había convertido en un lujo, que no todo el mundo se podía permitir en este contexto de crisis económica y social.
Pero parece que los cines se han dado cuenta de que su forma de explotar su producto no se trataba de la óptima. Ya que no todos pueden pagar sus precios, la piratería tienta a muchos y se puede adaptar el coste del servicio a diversos colectivos. El evento de “La Fiesta del Cine” del año pasado fue el desencadenante final de una tendencia que se iba dibujando desde hacía meses: ahora existen días con entradas a muy bajo coste, descuentos a grupos como los jóvenes, tarjetas de fidelización e incluso vales de descuento con muy buenos precios para los fines de semana.
Ir al cine resulta mucho más barato, pero eso no quiere decir que no se intente “exprimir” al espectador que lo permita. Siguen existiendo suplementos por butacas preferentes (un poco estúpidos), por el efecto 3D (ya pasado de moda) y por las salas especiales, tipo IMAX (que sí que valen más la pena). Si queremos palomitas, refrescos y chucherías podemos gastar una cifra muy elevada, y no tardará en llegar el día en que exista la opción de cenar de plato en la sala. Los cines han aprendido que deben tener una oferta para distintos tipos de consumidores, y adaptarse a sus diferentes poderes adquisitivos.
En mi opinión, esta tendencia resulta muy positiva para el cine como cultura, y también como entretenimiento, ya que se ofrece el servicio por menos precio, y se aporta valor añadido a quien lo desee. Poder ver una película por unos cuatro euros (dependiendo de la cadena a la que asistamos) me parece algo razonable, y creo que se trata del camino correcto para que las salas no acaben vacías por culpa de la situación económica. Las empresas que proyectan en España han adoptado una estrategia inteligente, y tanto espectadores como ellas mismas se van a beneficiar.
¿Qué opinas del tema? ¿El cine ya resulta lo suficientemente asequible, o aún debe ajustar más sus precios?