“Django desencadenado”, un western made in Tarantino

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Un homenaje a Sergio Leone de 2 horas y 45 minutos, en los que Ennio Morricone no es el sheriff. Una película del oeste, sangrienta, cruda, ocurrente, refinada e irregular. Sí, no es redonda. Imagino al chico de Knoxville riéndose en una esquina, como el Dr. Evil de Austin Powers, cada vez que llevaba a uno de sus amigos a ver la película antes del estreno. Soy un genio, macho. Pues no. Yo me he reído y he gozado, pero esperaba más. De Quentin Tarantino siempre espero más. Christoph Waltz se come la película a mordiscos, solo por su personaje y su interpretación merece la pena… recrearse una y otra vez con, “Django desencadenado”.

Quentin Tarantino

Decía Isaac Asimov en boca de uno de sus personajes, que la violencia es el recurso del incompetente. Quentin Tarantino no es obtuso, pero está encadenado a su estilo. ¡Pecado! ¡Al infierno! Me confieso: soy un superficial, y adoro las películas vacías. A condición de que me cuenten algo nuevo, y sepan narrarlo sin aburrirme. Django desencadenado lo ha conseguido. No he bostezado. Son fuegos artificiales… de concurso. El creador de Pulp Fiction no puede sorprender ya al espectador con originales estructuras narrativas, y se ha acomodado en este aire caricaturesco y delirante que tanto gusta a su público, qué le vamos a hacer… ¡bienvenido!

Jamie Foxx Leonardo Di Caprio

Después de escribir ese párrafo, un fanático tarantiniano me disparó y estoy muerto. Kaput. Distingo esa luz blanca, el túnel. Mi vida entera pasa por delante en un segundo. Increíble. Cada detalle, cada cucharada de lentejas. Aquella vez que no me atreví a… ¡Dios! ¿Esto era necesario? Y como anoche me tragué este spaghetti western , repite. Eso sí, me viene bien, así esbozaré mejor la sinopsis. Antes que nada, debes saber que la historia está basada en una antigua producción hispano-italiana de 1966, escrita y dirigida por Sergio Corbucci. Muy original.

La acción transcurre dos años antes de estallar la Guerra Civil Americana, Django (Jamie Foxx) es un esclavo, que camina encadenado por el bosque junto a otros íntimos del metal. De entre las sombras de la noche, sale King Schultz (Christophe Waltz, el oscarizado coronel nazi de Malditos Bastardos), un antiguo dentista alemán cansado de sacar muelas, un cazarrecompensas que les sigue la pista a unos asesinos.

La sangrienta escaramuza acaba en trato. Django conoce a los susodichos, y quedará en libertad si le ayuda a atraparlos. A partir de ahí, el germano se convertirá en su mentor en el noble arte de ejecutar forajidos. Un negro libre que monta a caballo no pasa desapercibido. Su única ambición es rescatar a su esposa Broom-Hilda (Kerry Washington). Liberarla. Una empresa complicada. Y te preguntarás por qué…

Hay un villano. Seguro que no te lo puedes creer, pero qué le vamos a hacer. Hay un malo maloso. Leonardo DiCaprio, que aquí se llama Calvin Candie. El chico de Titanic es el sanguinario y cruel señor de una plantación en el Misisipi, Candyland, donde los esclavos son preparados para luchar unos contra otros por diversión. Hay un combate que te obligará a apartar la vista de la pantalla. Qué repelús. Repugnante. La mujer de Django vive ahí. Sobrevive. El mayordomo de confianza de Calvin es Stephen, y no se parece a Samuel L. Jackson. Un tipo que ve algo turbio en ese par de forasteros. ¡Y hasta aquí puedo leer!

¿Cuál es el sello del guionista de Asesinos natos? Escenas violentas y salvajes, pero imaginativas y estilizadas, palabras malsonantes, tacos chapoteando en la sangre, conversaciones ingeniosas plagadas de referencias culturales, desde Madonna a Alejandro Dumas, homenajes a sus influencias cinéfilas y televisivas, rehabilitación de viejas leyendas, y por último, embriagadoras bandas sonoras. ¿Se me olvida algo? Pues Django lleva su firma, no hay duda. Pero… la nota baja mucho en varios apartados comparado con Pulp Fiction, Reservoir dogs o Kill Bill. Ha perdido el ritmo. Y frescura.

Sombra vaquero

El elegido para encarnar a Django era Will Smith, pero el que se llevó el gato al agua, y se lo puso en la cabeza sin peinar, fue el anodino Jamie Foxx. Un actor tan expresivo como Miguel Indurain. Tras el bueno, el malo. Las fotos de Leonardo DiCaprio ya no forran las carpetas de las quinceañeras, y puedo decir, sin miedo a arrepentirme, que es uno de los mejores actores de su generación. Chapó. Me quito el sombrero.

El siguiente, en mi lista ascendente, es Samuel L. Jackson. Sus ojos saltones no aparecen en pantalla tanto como deberían, pero lo borda, es el loro del pirata. Desfigurado, “Jules Winnfield” no recita versículos de la Biblia, aquí es un negro racista, clasista y cojo, más preocupado por salvar el culo que por socorrer a sus “hermanos” cuando caen en las garras de las fieras. Sin embargo, el verdadero protagonista es un secundario, Christoph Waltz y su Dr. Schultz, un personaje arrebatador, mucho mejor escrito, y sin duda, mejor interpretado que cualquiera. Cautivador. Probablemente se te caiga alguna lágrima… ¡de tanto reír! ¡Un crack!

Si obviamos los vertiginosos zooms para rendir pleitesía al género, la puesta en escena, la fotografía y la dirección podrían considerarse elegantes. Los exteriores, los paisajes, son amplios, hermosísimos, montañas nevadas, verdes praderas, plantaciones señoriales… y los interiores, recargados, con mil detalles, barrocos. Un placer para la vista.

La polémica llega de la mano del director de Malcolm X, Spike Lee, su puño cerrado esconde una palabra: nigger, que podríamos traducir por negrata. Acusa a Tarantino de racista, otra vez, y dice que no verá su película. En Twitter escribió:

La esclavitud en Estados Unidos no fue un spaghetti western de Sergio Leone, fue un holocausto.

Quentin solo ha respondido que es una simple cuestión de contexto, que justo antes de la Guerra de Secesión y en el Sur, era frecuente oír nigger. Jamie Foxx, de todas formas, sacó la pistola para defender a su amigo:

Si quieres aprender algo, ve a ver un documental.

En fin, cosas que pasan, soplemos el humo que sale del revólver. Django desencadenado es exactamente lo que esperas. Excesiva, grosera, explosiva, inmunda, desconcertante y descerebrada. Un baño de tomate Orlando que salpica, la tomatina de Buñol. Creo que la semana que viene aún me limpiaré restos entre las uñas. La D es muda. La venganza no lo será. Yo estoy en silencio, acercándome a la luz. El del gatillo fácil ha lavado con sangre mi afrenta a su ídolo. Muero matando. ¡Lamentable final!

Archivado en Christoph Waltz, Crítica, Django Desencadenado, Django Unchained, Jamie Foxx, Leonardo DiCaprio, Opinión, Quentin Tarantino, Samuel L. Jackson, Spike Lee, Vaqueros
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