A veces tenemos la impresión de que un comprador se plantea cada vez que va a adquirir un móvil o tableta si va a optar por la alternativa de Apple, Google o Microsoft, que lo único que valora es la calidad del hardware y los avances en el sistema operativo: el nuevo estilo visual de iOS 7, las mejoras de Android 4.4, los necesarios detalles que se pulieron en Windows Phone 8 Update 3 o la superior experiencia de usuario en Windows 8.1. Lo que en ocasiones no nos paramos a pensar se trata de que el dispositivo anterior también afecta mucho a la decisión final.
Puesto que todas las plataformas pretenden provocar “dependencia” para que no las abandonemos. Un ejemplo muy claro lo encontramos en las aplicaciones: si tenemos muchas de pago, deberemos volver a comprarlas en la nueva tienda de la que dispongamos. Si nuestros archivos se encuentran en la nube de determinada empresa, habremos de migrarlos al servicio equivalente de la otra. Y deberemos despedirnos de muchas posibilidades interesantes. Habrá quién ya no podrá vivir sin iWork, otros apreciarán las ventajas de Gmail en Android, puede que determinados usuarios necesiten utilizar el Office completo de Windows 8.1… Cada plataforma posee sus puntos fuertes, y a veces cuesta prescindir de ellos.
Por otro lado, es posible que hayamos gastado dinero en accesorios que sólo funcionen con determinados dispositivos. Especialmente en el mundo Apple, que cuenta con muchos fabricantes que lanzan todo tipo de propuestas. En último lugar, no a todos los usuarios les gustan los cambios radicales, y seguramente prefieren seguir utilizando un software que ya conocen y dominan en lugar de adentrarse en un sistema operativo desconocido y que apenas han podido probar, dado que les provocará confusión durante las primeras semanas con él. Se tratan de razones que provocan que cueste dar el paso de cambiar de ecosistema.
A pesar de todo, es obvio que muchos usuarios realizan el salto, como prueba que Windows Phone no pare de ganar cuota. Pero lo cierto es que existe esa resistencia, especialmente entre determinados entusiastas de Apple, que idolatran la compañía. Puede que cambiar de un teléfono o tablet a otro no resulte lo más cómodo, pero los geeks solemos ser curiosos por naturaleza, y no nos importa experimentar. Yo, por ejemplo, estoy deseando disponer de un Windows Phone… a pesar de que no tengo claro cómo podría vivir sin la genial aplicación de Gmail para Android.
¿Qué opinas del tema? ¿Crees que esta dependencia resulta fuerte para ciertos usuarios, o que al final cada uno compra lo que más le agrada en cada momento?
Completamente de acuerdo con lo que dices. Por diferentes motivos he tenido que deshacerme del iPhone que tenía antes y me he comprado otro completamente diferente, con un sistema nuevo (Firefox OS), que me ha hecho estar perdido por un tiempo. Los mensajes no me llegan siempre al móvil porque el numero está sincronizado con iMensajes del iPad, los contactos no puedo sincronizarlos porque el sistema es diferente…
La verdad es que, como dices, no lo pensamos, pero cuando compramos un smartphone no compramos solo el teléfono, sino el ecosistema que lo rodea.
De pasar de iphone a Firefox OS hay un gran paso, pero hacia atrás. Creo que escogiste la peor opción para hacer el tipo de cambio que hiciste de sistema; Firefox aun es muy inmaduro, le falta por pulir muchas cosas incluso básicas y tiene un repertorio pobre de aplicaciones. Para un cambio como el tuyo desde Apple hubiera funcionado mejor WP o incluso Android que es el que yo uso, pero Firefox, es retroceder mucho.
¿Y qué tal Firefox OS? ¿Es interesante? ¿O le falta por madurar?
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[…] comenté cuando hablé de las razones que hacen que acabemos por depender de un sistema operativo: no sabría vivir sin Gmail, un servicio de correo electrónico muy espacioso, cómodo de usar y […]