Directores: Takeshi Kitano (VIII): HANA-BI

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Volviendo a romper con la inercia, Takeshi Kitano vuelve unos pasos hacia atrás para presentarnos de nuevo un drama policíaco enmarcado en una extraña historia de amor que nos demostrará que la separación entre las ganas de vivir y las ganas de morir es muy difusa.

HANA-BI significa “flores de fuego”, y este es el nombre con el que ha recibido nuestro mercado la publicación de esta película. HANA-BI es también el vocablo que se utiliza en Japonés para referirse a lo que nosotros llamamos “fuegos artificiales”. Comento esto porque todos estos conceptos (las flores, el fuego y los fuegos artificiales) tienen una importancia vital, casi enfermiza, a lo largo de esta obra. Estamos ante la película de Takeshi Kitano más aclamada por la crítica, ganadora de un León de Oro, y la causante, junto con Sonatine de gran parte del éxito que ha cosechado el director fuera de su país natal.

fotograma de HANA-BI

En esta cinta se nos presenta la historia de Nishi (Beat Takeshi), un policía local cuya mujer padece leucemia en un estado terminal. Nishi abandona el cuerpo cuando uno de sus compañeros muere y dos de ellos resultan heridos al intentar capturar a un criminal al que llevaban cierto tiempo siguiendo la pista. A partir de este momento veremos los caminos que recorre el protagonista en un intento de hacer más fácil la existencia de todos aquellos con los que ha tenido contacto, desde los policías que servían con él hasta su mujer enferma.

Al mismo tiempo se nos muestra como transcurre la vida de estos otros personajes, siguiendo especialmente la de Horibe (Ren Osugi) , uno de los policías heridos en la operación, tras lo que ha quedado postrado en una silla de ruedas. A partir de este suceso su mujer y si hija lo abandonaron, lo que lo hunde en una profunda depresión e intenta encontrar consuelo en la pintura.

fotograma de HANA-BI

Nishi se presenta como un policía violento y sin escrúpulos al que nada parece importar lo más mínimo, hasta que descubrimos lo que es capaz de llegar a hacer por sus seres queridos. Es una vez más durante un viaje, tema tratado en tantas otras obras del director, donde descubrimos el interior de este personaje, al que de todos modos nunca llegamos a entender por completo.

Tras este argumento que puede llevarnos a pensar en anteriores películas del director como podría ser Violent Cop, con la que es fácil identificar similitudes, se esconde una película marcadamente autobiográfica, con la que Kitano habla de muchas cosas, pero sobre todo, de sí mismo. Así, si en su anterior obra ya nos mostraba a regañadientes lo que pudieron ser sus inicios en el mundo del espectáculo, aquí volvemos a encontrar su imagen en un personaje secundario, Horibe, que tras un desgraciado accidente se vuelca en la pintura. No en vano todos los cuadros que se exhiben como su obra son, en realidad, las pinturas que el mismo Kitano hizo durante su estancia en el hospital.

fotograma de HANA-BI

Esto presenta una clara dualidad en cuanto a que por un lado el director se pone a sí mismo en una silla de ruedas, contándonos y contándose lo que significó para él su convalecencia, mientras que por otro lado vemos a su alter ego, Beat Takeshi, seguir una vida avocada a la tragedia y llena de violencia.

Y todo esto es lo que hace de HANA-BI una película difícil, el hecho de que para comprenderla y en muchos casos disfrutarla dependamos de un conocimiento previo de la vida de la mente que la ha ideado, separando de este modo a su audiencia en dos grupos. Ahora es cosa del espectador el juzgar si es justo o no que una obra pierda o gane contenido y mensaje a partir del conocimiento previo que dicho espectador tenga de sus creadores.

fotograma de HANA-BI

Mirando un poco más hacia la parte técnica podemos ver que** Kitano sigue con su evolución como cineasta, aún siendo fiel a su estilo, que vuelve a tener el sabor que pudimos sentir en películas anteriores como Sonatine o incluso Boiling Point**, llegando a repetir alguno de los pecados que vimos en el montaje de esta última. La narrativa a veces puede llegar a parecer demasiado parada, a pesar de tener un inicio frenético, capaz de contarnos toda una historia con muy pocos fotogramas.

No podemos olvidarnos de resaltar la importancia que ha adquirido la parte plástica dentro de la manera de rodar del cineasta desde la vuelta al mundo de la pintura que supuso su accidente de tráfico. Ya en Kids Return se dejó entrever, pero en este caso ha conseguido planos de una fotografía exquisita que toca desde lo urbano hasta lo paisaístico, llegando a convertir algunos primeros planos en auténticos retratos.

fotograma de HANA-BI

Uno de los puntos más fuertes de la cinta es la presencia de todo el equipo viene acompañando a Kitano a lo largo de su filmografía. Veremos caras conocidas por todas partes, sin faltar el incombustible Susumu Terajima, y una vez más nos sentiremos arropados por una estupenda banda sonora creada por Joe Hisaishi que esta vez se muestra mucho menos presencial.

fotograma de HANA-BI

Para mí se trata de una de las películas más importantes de Kitano, entre otras cosas porque fue la primera que vi, y que me hizo interesarme por su carrera como director. Entiendo que a veces se hace lenta y que el montaje de la misma puede ser poco ortodoxo. Puedo también entender que, en perspectiva, no presenta el final más sorprendente del mundo y que aún tenemos abierto el debate sobre si es justo tener que conocer a fondo un creador para poder disfrutar plenamente de su obra. Pero sin duda, y aunque hoy en día no la considero la mejor de su filmografía, es una cinta imprescindible para entender al director, y una de esas obras que hacen que merezca la pena interesarse por un artista. Ahora es su turno, caballeros.

La semana que viene:

El verano de Kikujiro (1999)

Poster de El verano de Kikujiro

Archivado en Beat Takeshi, Cine Japonés, Directores, Takeshi Kitano
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