El enorme coste humano de la fabricación de nuestros gadgets

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Muchas veces, cuando vamos a una tienda a adquirir ese gadget tan deseado, olvidamos que el precio que pagamos es sólo una pequeña parte de su coste real: muchas personas se ven obligadas a vivir en condiciones infrahumanas para que lo podamos disfrutar.

Hay muchos factores que se deben valorar a la hora de adquirir un smartphone, ordenador o televisión, no todos ellos técnicos o económicos. Cada vez somos más los que tenemos en cuenta el impacto de nuestro nuevo gadget sobre el futuro del planeta. Pero lo que rara vez consideramos es el bienestar de las personas que han participado en la fabricación del aparato, a pesar de que es un tema de importancia clave.

El enorme coste humano de la fabricación de nuestros gadgets

La inmensa mayoría de los productos electrónicos e informáticos se elabora en China, ya sea de forma completa o alguno de sus componentes. No es ningún secreto que el gigante asiático muestra poco respeto por los derechos humanos, y mucho menos por los laborales. Hace tiempo hubo una gran polémica sobre Foxconn, un ensamblador de Apple (pero también de otras firmas como Nintendo o Sony), cuyas horribles condiciones de trabajo empujaron a un número elevado de sus empleados al suicidio. Podemos imaginar que sólo llegan a nuestros oídos casos especialmente llamativos, como lo es una situación en la que un líder tecnológico de la magnitud de la marca de la manzana resulta involucrado en sucesos tan desagradables. Pero, sin duda, todos los días se viven millones de dramas similares en el país que se ha ganado el apelativo de la fábrica del mundo.

Los hombres y mujeres que han creado algunos de nuestros dispositivos favoritos reciben unos sueldos realmente miserables en relación al precio final de lo que manufacturan. Las jornadas que realizan son largas (hablamos de 12 horas al día), y las libranzas escasísimas. En ocasiones sufren fuertes presiones para aumentar el rendimiento, y sus domicilios no reúnen unas condiciones aceptables de habitabilidad, por no hablar de la absoluta falta de intimidad.

El enorme coste humano de la fabricación de nuestros gadgets

Resulta muy injusto que en las regiones menos desarrolladas lleven este tipo de vida para permitir a las sociedades occidentales disfrutar de productos relativamente innecesarios a un coste bajo. A nadie le gustaría pagar más los gadgets pero, a pesar de ello, debemos empezar a influir en nuestras marcas favoritas para que sean exigentes con el trato de los proveedores hacia sus empleados. Al igual que la conciencia ecológica cada vez cala más hondo entre los aficionados a la tecnología, hay que comenzar a pensar en como nuestras decisiones de consumo no sólo hacen daño a la Tierra, sino que también perjudican gravemente a muchas personas.

No vamos a ver el problema resuelto en poco tiempo, pero una vez la primera compañía importante dé un paso en este sentido, el resto seguirá su ejemplo con la intención de que su imagen no se vea afectada. Es necesario que nos esforcemos para lograr este objetivo, pero no pidiendo medidas “mágicas” que arreglen el mundo de un día para otro, sino recompensando a quienes hagan avances al respecto. El medio es muy sencillo: comprando sus productos aunque hayan tenido que poner precios más altos. Debemos ser conscientes de que no estamos hablando de un tema económico: la competitividad, los costes bajos o el crecimiento nunca deben ser excusas para despreciar la dignidad humana. Entre todos seremos capaces de cambiar esta terrible situación si de verdad nos lo proponemos.

Imágenes | Robert S. Donovan y jurvetson

Archivado en China, Derechos Humanos, Sociedad
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